Cuando la vida es menos
vida
Fue
en la calle de Alcalá. Subían los coches disparados, nerviosos, adelantándose
unos a otros con las primeras prisas y las primeras palabras fuertes de la
mañana.
Todos tenían
afán por llegar, por sentarse cuanto antes en el sillón de la oficina para atender
consultas, gestiones… De repente, la invisible barrera del semáforo cortó aquel
torbellino. Y entre el enjambre de coches de la izquierda, surgió un
monovolumen con una enorme corona de crisantemos.
Lo miramos
todos con extrañeza. ¿Morir? ¿Podía uno morirse en una mañana de sol como
aquella? ¿Era posible marcharse con tantas cosas por hacer?
No le va a
nuestro tiempo la muerte. Cada día resulta más anticuada y anacrónica. Se diría
que casi no existe. Hay en todos como una tácita obstinación en olvidarla y tal
vez lo consiguiéramos si no hiciese esas tremendas asomadas que siembran de
muertos las estadísticas.
Recortamos
el luto, viajamos para olvidar y huimos de la soledad como del mismísimo
diablo. Es todo un síntoma que resulte tan difícil tomarse un descanso; que
todos acudamos a la honrosa evasión del trabajo ¿descansaremos de verdad en
estos puentes?
Si hay algo
positivo en todo esto, si se han eliminado convencionalismos, enhorabuena. Al
menos hemos ganado en sinceridad. Pero se empieza a echar de menos esa hondura,
esa cuarta dimensión que el trasfondo de lo eterno pone en todas las cosas.
En otros
tiempos, místicos y poetas se robaban letrillas que hablaban de amor y muerte.
Y la muerte era hermana, novia, compañera apasionada. Sí, las gentes morían por
la libertad, por la justicia, por el honor, por la fe y hasta por unos ojos.
Muy negros, claro está.
Lo dijo
proféticamente Luthero King: “Si no hay razones para morir, la vida no merece
vivirse”.
No es
extraño que, al perderse el sentido del más allá, se pierda con él lo mejor del
arte y de la poesía, el gusto por las pausas serenas, por los buenos libros y
la buena música. Y hasta el tiempo para amar. La falta de lo más profundo nos
empobrece. Ya lo advirtió Julián Marías: “La ausencia en nuestra vida de la
muerte, hace a la vida menos vida.
¡Un abrazo a
todos!