viernes, 3 de junio de 2011

¿DÓNDE LOS HOMBRES? Manual para intermediarios en elecciones

¿DÓNDE LOS HOMBRES?

MANUAL PARA INTERMEDIARIOS EN ELECCIONES

                La prensa nos prepara. “El año electoral que empieza va a ser pavoroso; como siempre, será un viaje al rencor para elegir entre dos collas, una de trapos y otra de trapicheo…Hay que empezar a desempolvar las armas de nuestros antepasados…Habrá riesgo de cuchilladas y resultará imposible mantener la equidistancia…”

            Pero hay soluciones. Para eso están los intermediarios. Mediar entre dos o entre doscientos, que eso quiere decir intermediario, es uno de los quehaceres más responsables que existen. Todos somos intermediarios. Todos funcionamos entre amigos, entre el jefe y los compañeros, entre gentes que conviven junto a nosotros, en partidos o asociaciones… Todos, de un modo u otro, tenemos muchas veces que mediar.
           
            Nuestra sociedad está montada a base de intermediarios y de ellos depende nada menos que la paz o la guerra ¿Por qué? Si la tierra de nadie, entre los dos bandos, se llena de malentendidos, aquello es la guerra. Pero si, se llena de buen entendimiento porque el “mediador” cumple con su oficio ¡pañuelos blancos! Claro que ha de actuar con gracia y oportunidad. ¡Fuera plastas!
           
            Se ha demostrado que nada dispone tan favorablemente a una persona respecto a otra, como el saber que tiene de ella una gran estima. Ya está su corazón exhalando ondas de simpatía, gracias a ese mediador que ha venido a contárselo, conectando así dos polos opuestos.
           
            Hay casos realmente graciosos. En una comida de homenaje, una escritora, despistadísima, confunde al escritor vecino de mesa y le asegura que un editor le ha hecho de él grandes elogios. Cuando descubre que se llevan a matar, la pobre mujer se queda de piedra. Más tarde -¡cosas de la vida!- supo que su vecino de mesa estrechó la mano del odiado editor en cuanto se le puso por delante. Hicieron la vista gorda sobre el pasado y disfrutaban ya, en común, las ganancias de un libro de éxito.
           
            Es asombroso cómo la sola idea de que otros  nos estiman –aunque sea falsa- puede tener semejante fuerza. Entonces, ¿por qué no transmitir ideas positivas, –unos de otros-? ¿por qué no sembrar a manos llenas, si queremos un buen pacto?
           
            Pero la guerra está también en los intermediarios. Basta ver cómo reaccionamos cuando alguien se encarga de contarnos que nos van poniendo por ahí de chupa dómine. Inmediatamente -como en los comics- rayos y centellas rodean nuestras cabezas ¡Y qué descarga se lleva el autor cuando se acerca!
           
            Es terrible que, a pesar de nuestro aspecto inocente, podamos ser todos poderosos artefactos de guerra. Algo así como espías vestidos de lagarteranas bailando sobre un campo de minas.
           
            Más que las ideas, son las palabras las que mueven el mundo Y son también las que pueden destruirnos. Tantas, tantas palabras como espadas, tanto susurro al oído, tanto aguijón camuflado… ¡Ojo, con las palabras! Aunque vivamos en la era de la imagen, las palabras serán siempre algo fundamental.
           
            ¡Pero, si una sola palabra, una palabra  tan pequeña como un o un no, puede hacernos felices o desgraciados!

Hombres mediadores. Hombres con pañuelos blancos. Pero ¿Dónde encontrarlos? ¿Dónde?

Sólo inmensas manadas de borregos recorren la península… ¿Dónde los HOMBRES?, ¿Dónde?
Dónde los hombres, donde los hombres, donde los hombres, dónde los hombres, dónde los hombres, dónde los hombres, dónde los hombres, dónde los hombres, dónde los hombres, dónde los hombres. DÓNDE.

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