Todos responsables
Es evidente que hay en la atmósfera un grave desencanto, una inmensa decepción.
Vamos de sorpresa en sorpresa, de asombro en asombro. Corrupciones, prevaricaciones, malversaciones, agujeros. Lo malo de estas noticias, no es sólo su falta de moral, es que nos desmoralizan. ¿Para qué?, ¿de qué vale decir esto o aquello?
Las gentes no sólo desconfían de los políticos, de las asociaciones, de las acciones humanitarias, de los luchadores... las gentes abandonan el barco y se desenganchan de todo riesgo, de cualquier responsabilidad y hasta del deber ineludible y honesto de dar la cara. ¿Para qué?. Todos son iguales. Interesarse por algo, por alguien. ¿Tienen algún sentido?
Sin darnos cuenta, tendemos a replegarnos retirándonos a nuestros cuarteles de invierno y hasta nos parece una sabia medida. "Dichoso el que se aleja".
Seamos sinceros. Retirarnos, sí, Algunos momentos de soledad son preciosos, incluso indispensables. Es bueno hacer un alto, a solas con uno mismo, para profundizar en la propia persona. Pero si la soledad no nos devuelve a la realidad, corremos el peligro de reforzar nuestro egoísmo.
Al abrigo, a veces, de un pretexto material, moral, espiritual, acabamos por desinteresarnos de todo, salvo de nosotros mismos.
Si nos retiramos, ha de ser siempre para volver. En cristiano, a todos nos toca arrimar el hombro porque de cuanto ocurre, y de un modo u otro, todos somos culpables.
Sí, está también el campo de las pequeñas corrupciones, de las trampas cotidianas, de las mentiras que todos ocultamos. Todos responsables. Dicen que requiere dos meses limpiar una ciudad como Madrid. Pero se arreglaría en media hora si cada uno barriera la puerta de su casa. ¡¡¡Manos a la obra!!!
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