Santos y Difuntos
Hasta hace poco, el hombre de esta sociedad laica, no parecía plantearse problemas sobre esas cuestiones. El trabajo, los compromisos sociales o políticos acaparaban todas sus energías. ¿Por qué complicarse con cuestiones de la vida eterna, si apenas se solventan, como se puede, las de esta vida?
Así estaban las cosas cuando surgió lo inesperado. En mayo del 68, los mismos que gritaban ¡“la imaginación al poder”! atravesaron el materialismo generalizado con grandes preguntas que nadie respondía: ¿“Qué hay al final de esto? , ¿“Qué sentido tiene mi vida”?
Se habló entonces del "Retorno de lo Absoluto" y muchos de aquellos estudiantes desmelenados, acabaron fundando Comunidades. Es un hecho que, cuando las necesidades se van cubriendo, surge el hambre interior como un ronroneo. ¿Quién no recuerda aquella necesidad de “realizarse” que arrasaba hace unos años?
Como un grito de angustia, llegó a mis manos la carta de una joven secretaria: ¿“Cree usted que yo puedo "realizarme" llevando la correspondencia comercial de una fábrica de congelados”?
Fue la invasión de las grandes inquietudes en un hombre, extrañamente “religioso”, que con escasa formación, se lanzó al horóscopo, el esoterismo, y la magia. Sin contar la llegada de las religiones orientales -zem, tao, yoga- y el éxito de los " gurús" de moda. Las inquietudes del más allá pasaron por todas las manos. Era un hecho que, aunque nuestra sociedad silenciara la muerte, a cada uno le preocupaba la suya. Y cuando vienen por sorpresa la pérdida de un hijo, de una compañía imprescindible del alma: ¿Cómo soportarlo? ¿A dónde agarrarse?
Por suerte, de un tiempo a esta parte, no faltan estudios teológicos sobre estos temas. Son como un soplo de aire fresco, una corriente nueva y esperanzadora.
Y es que a todos empieza a preocuparles el mas allá. La cosa arrasó hace unos años, cuando Juan Pablo II dijo que "el infierno no era un lugar", sino una situación. La sorpresa fue indescriptible y los debates en la prensa, interminables. Toda una iconografía de calderas, azufre, y diablos con tenedor, quedó descolocada.
Poco antes de este revuelo, el teólogo, Urs Von Baltasar, hizo un descubrimiento apasionante. En realidad, lo que ocurre es que, cada vida humana, recibe su valoración definitiva en relación con Cristo y con lo que haya hecho por su cuenta…Cristo es el final ante el que se define cada hombre. Será El la realidad última de cada criatura. Cristo alcanzado: es el cielo; Cristo negado: el Infierno; Cristo, sacándonos brillo, el Purgatorio. Es el camino normal de todo gran amor. No existe el Dios justiciero que me castiga es solo la libertad que escogí. Pero,m de lo que sean, en sí, estas realidades últimas no sabemos nada.
La Iglesia es muy prudente con la Escatología actual. No se puede tomar por realidad, casi fotográfica, lo que no es más que un símbolo. El fuego de Dios, el fuego del amor, el de la zarza ardiente. ¿Tienen que ver algo con el fuego que nos achicharra si ponemos los dedos?
Acertadamente, se nos advierte: “No le es posible al hombre, mientras esté dentro de su cuerpo, conocer el mundo de lo sobrenatural, al que de ningún modo puede tener acceso”. Así lo reconoce un documento sobre la Doctrina de la Fe, firmado por Ratzinger, poco antes de ser nombrado Papa.
Al final, hay que quedarse con lo que llaman la “docta ignorancia”. Después de todo, “ni ojo vio, ni oído oyó, lo que Dios tiene preparado para los que le aman”. No es poco.
Os diré un secreto. No hace mucho, encontré en París, un libro sobre escatología. Me lo devoré en una noche. Me empapé de muerte, juicio, infierno y gloria. Y la alegría me llevó de un salto a la cama. No hay duda, nos basta sencillamente con vivir aquí. Que no es poco…
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