lunes, 7 de noviembre de 2011

¿Dónde los hombres?

Todos responsables

¡Hola amigos! ¿Recordais aquel terrible terremoto italiano de L’Aquila? Una  ciudad arrasada, 300 muertos, y el chorro doloroso de miles de heridos. Pero al ministro del gremio solo se le ocurre hacer estas declaraciones: “Deberíamos haber construido mejor, este seísmo no habría tumbado una casa en Japón”.
“Haber construido mejor”. Ahora sabemos por qué un constructor, salido de la nada, tiene al día siguiente avión particular. Por qué hay argamasas asesinas, de baja calidad, que acaban en derrumbes y por qué casas sin estrenar, tienen goteras.
Una mujer valiente, clama en “Cartas al Director”. “Nos piden interminables papeles y permisos para hacernos con una casa pero, cuando  está construida ¿quién la inspecciona? Nadie”.
En su visita a la  zona del terremoto de Italia, el Papa pidió: “examen de conciencia y “casas sólidas” ¿entendemos que nuestra conciencia ciudadana debe estar en todas las grandes y pequeñas cosas de la vida? Cada uno en su campo ha de comprometerse.
Porque vamos de sorpresa en sorpresa. Corrupciones, malversaciones, agujeros. Las gentes no sólo desconfían de los políticos, de las asociaciones, de las acciones humanitarias, las gentes abandonan el barco y se desenganchan de todo riesgo, de cualquier responsabilidad y hasta del deber ineludible y honesto de dar la cara.
Sin darnos cuenta, tendemos a replegarnos retirándonos a nuestros cuarteles de invierno. "Dichoso el que se aleja".
Seamos sinceros. Retirarnos, sí, Algunos momentos de soledad son incluso indispensables para profundizar en la propia per­sona. Pero si la soledad no nos devuelve a la realidad, corremos el peligro de reforzar nuestro egoísmo.

Creo que si Lipovestsky habla de “la era de la seducción”, tendría que hablar también de “la era de la irresponsabilidad”…
Aquí, se hunde el mundo, y nadie da la cara. ¿Qué medios tiene hoy el ciudadano, borrego  en manos del Estado? Se habla ya de despertar la conciencia social impulsando grupos de gente responsable. Bla, bla, bla...
Yo tuve mi experiencia cívica. Por una modificación del catastro, se organizaron colas de varios días en mi distrito. Despistando a los guardias, subí en busca del director solitario en su despacho.
Después de tranquilizarle, le manifesté mi protesta ciudadana. El problema, me dijo amablemente, es  que sólo disponemos de un ordenador.
Le contesté, también amablemente: el problema es que cuentan con nuestra capacidad de aguante. Si en vez de  dar la vuelta a la manzana, la cola cortara  la calle de Velázquez, asunto arreglado.
Volví a la tarde y ¡ni rastro de cola! Habían traído dos ordenadores. A veces, lo que nos hace falta, es cierto valor torero para lo cotidiano que es también lo ciudadano.  No es fácil explicar la responsabilidad, algo tan importante, si no se vive, como cualquier omisión grave.
Pero hay sorpresas. Luchaba un “profe” para convencer a unos chavalines  que tenían el aula hecha un desastre. ¿Sabéis lo que es la responsabilidad? Un pequeño con pantalón corto y un único tirante, contestó señalando el botón: “¡Esto! Porque, si se me cae, enseño el culo!”.
Era esa clase de niños que, como en el cuento de Andersen, es el único que ve al rey desfilando en calzoncillos. Por favor, traigan niños al Palacio de las Cortes. ¿De acuerdo? 
¿Sabremos los hombres defender nuestros derechos como ciudadanos? ¿Sabremos abrocharnos el botón, responsablemente, para que no se caigan los pantalones? ¿Hay hombres que quieran hacerlo?

 Sólo inmensas mandas de borregos recorren la península... ¿Donde los HOMBRES?, ¿Donde?
¿Dónde los hombres? ¿Dónde los hombres? ¿Dónde los hombres? ¿Dónde los hombres? ¿Dónde los hombres? ¿Dónde los hombres? ¿Dónde los hombres? ¿Dónde los hombres? ¿Dónde los hombres? ¿Dónde los hombres? ¿Dónde los hombres? ¿Dónde los hombres? ¿Dónde los hombres? ¿Dónde los hombres? ¿Dónde los hombres? ¿Dónde los hombres? ¿Dónde los hombres?¿Dónde los hombres? DÓNDE.   


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