jueves, 10 de noviembre de 2011

¿Dónde los hombres?

REGALAR ¿PARA QUÉ?

Ante la crisis que atravesamos habría que preguntarse el por qué del regalo
 y alertar del desmadre de cestas espectaculares en busca del 
"doy para que me des"

           Al parecer hay una filosofía del regalo, una filosofía de andar por casa, pero filosofía al fin.  En consecuencia, nos lleva a plantearnos las causas últimas ¿por qué, para qué regalar? y más en tiempos de crisis. Si fuéramos honrados, sólo regalaríamos de ilusión a ilusión, de amor a amor. Sólo regalaríamos a quien nos apeteciese y poniendo el alma. Pero confesemos, con la mano en el corazón, que hay regalos muy distintos.
            Lo peor son los circunstanciales, y encima, a fecha fija: el santo, el cumpleaños, la Primera Comunión, la boda, el empresario poderoso... Como nos vemos obligados, y sin querer gastar mucho, es todo un problema. Hay listas de boda trágicas, hay regalos de puedo y no quiero.
            No falta el regalo de puro compromiso. La fiesta del jefe, el reconocimiento a una secretaria, el portero que está imposible. Los aceptamos como fuerza mayor, ¡por el interés te quiero Andrés!
            En la mayoría de los casos se regala por fardar. Por quedar bien ante aquellas personas con las que nos interesa ser originales, generosos, encantadores. No hay problema, pero puestos a regalar, no podemos quedarnos cortos porque, si no, se cometen fallos de nuevo pobre, que son, como todos saben, ricos camuflados.
            ¿Qué regalaré para que me regalen? Esto es lo grave. Puede ser un regalo material. Puede ser una recomendación, una palmada, un "amigo, sube más arriba". Naturalmente, nos volcamos. Pero el fin es bajo y si, somos honrados, debería avergonzarnos. Luego dicen con justicia que, el 70% de los aprobados de este país, lo han conseguido los jamones.
            El que se hace porque sí, porque lo hacen los demás, es un regalo rutinario. No nos impulsa el deseo de quedar bien, sino de no quedar mal. Y no se sabe que es peor. Son regalos carentes de la más elemental fantasía, no salimos de los "foulards" y las corbatas.
            El primer criterio del regalo debe ser la ilusión, lo no necesario, aquello que nunca nos atrevemos a comprar, pero que nos encantaría tener con nosotros.
            Aunque no se den normas fijas, el arte del regalo es una cuestión de sensibilidad. Lo correcto es regalar cosas efímeras, bellas, innecesarias... "todo lo que viene de los dioses, decían los griegos, es gratuito".

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